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Junio de 2019
Ataques
de todo tipo. Se nos ataca en todo lo atacable. ¿Dónde está el
enemigo? ¡Qué bien se esconde! ¡Está fuera! ¡Y también dentro!
Éste último es el peor, pues es el que puede abocarnos a la
perdición del alma.
El
mundo es un lugar oscuro que va a la deriva, con algunas lucecitas;
son las personas de bien y otras que indican el camino. Los hay que
luchan, mas son pocos, muy pocos, pero constantes, firmes y fuertes,
aunque no exentos de tentaciones y errores.
Mundo
que tiras de nosotros cual fuerza de atracción; carne que nos
recuerdas el pecado original, nuestra debilidad, como repitiendo casi
a diario la caída de Adán y Eva; la posibilidad de caer. Y tú,
demonio que no descansas; acompañado de los seres del averno nos
atacas noche y día, despiertos y durmiendo, de todas las formas
posibles y bajo mil solapadas estrategias.
Nos
sentimos tan pequeños ante tanto embate. Hasta nuestro ufano
engreimiento parece que encogiera. ¡Ah!, pero están las armas; el
pertrecho del cristiano; son las armas del bien. Y el poder, no es el
nuestro, sino el de Dios. ¡Entonces sí!; Ahora, tras recordarlo
nuevamente y retomando la conciencia, ésa que no es constante sino
que fluctúa, recuperamos la perspectiva para continuar en el combate
bajo la guía de Su Palabra y de Su Espíritu.
¡Dios
nos necesita! ...Bueno, no; no nos necesita, pero en Su infinita
bondad nos brinda este ofrecimiento; es para que podamos salvar el
alma y obtener méritos para la eternidad; nos permite ser Sus manos,
Su voz; es para nuestro bien; por eso son las pruebas, ¡tantas
pruebas! Es que estamos en medio de la “Gran Tribulación” en la
que se desata la encarnizada batalla por las almas.
Oración,
protección contra el mal (1) –ir siempre con objetos bendecidos -,
memoria para recordar los cuatro pilares (2) que nos han sostenido
hasta ahora aferrados a la fe. Pero nos falta algo, el ingrediente
esencial: el amor. Si no hay amor, de nada me sirve... Ese amor que
sobresale, aún por encima de los defectos de los que nos rodean; de
ésos, algunos de los cuales evitamos pues tanto daño nos han hecho.
Es que uno de los objetivos del demonio es que “odiemos a nuestros
enemigos”; sabiéndolo, no caigamos en su trampa. No odio, no
rencor; sí prevención y astucia.
Y
aún, tratando de tener presente las advertencias y peligros
expuestos, sin olvidar cuál es nuestra artillería ¡qué difícil
nos resulta! Unas veces la lucha resultará más sencilla y otras,
más hiriente; pero sabemos que no estamos solos. ¡Ánimo!, ¡en
formación compacta!, ¡delimitando flancos!, ¡hacia la victoria!
continuamos avanzando, seguimos luchando, porque a cada día le basta
su afán y realmente es un privilegio espiritual vivir en los Últimos
Tiempos siendo un soldado de Cristo.
Marcial Franco B.