Cómo vivir en la Gran Tribulación



9 Junio de 2019



Ataques de todo tipo. Se nos ataca en todo lo atacable. ¿Dónde está el enemigo? ¡Qué bien se esconde! ¡Está fuera! ¡Y también dentro! Éste último es el peor, pues es el que puede abocarnos a la perdición del alma.

El mundo es un lugar oscuro que va a la deriva, con algunas lucecitas; son las personas de bien y otras que indican el camino. Los hay que luchan, mas son pocos, muy pocos, pero constantes, firmes y fuertes, aunque no exentos de tentaciones y errores.

Mundo que tiras de nosotros cual fuerza de atracción; carne que nos recuerdas el pecado original, nuestra debilidad, como repitiendo casi a diario la caída de Adán y Eva; la posibilidad de caer. Y tú, demonio que no descansas; acompañado de los seres del averno nos atacas noche y día, despiertos y durmiendo, de todas las formas posibles y bajo mil solapadas estrategias.

Nos sentimos tan pequeños ante tanto embate. Hasta nuestro ufano engreimiento parece que encogiera. ¡Ah!, pero están las armas; el pertrecho del cristiano; son las armas del bien. Y el poder, no es el nuestro, sino el de Dios. ¡Entonces sí!; Ahora, tras recordarlo nuevamente y retomando la conciencia, ésa que no es constante sino que fluctúa, recuperamos la perspectiva para continuar en el combate bajo la guía de Su Palabra y de Su Espíritu.

¡Dios nos necesita! ...Bueno, no; no nos necesita, pero en Su infinita bondad nos brinda este ofrecimiento; es para que podamos salvar el alma y obtener méritos para la eternidad; nos permite ser Sus manos, Su voz; es para nuestro bien; por eso son las pruebas, ¡tantas pruebas! Es que estamos en medio de la “Gran Tribulación” en la que se desata la encarnizada batalla por las almas.

Oración, protección contra el mal (1) –ir siempre con objetos bendecidos -, memoria para recordar los cuatro pilares (2) que nos han sostenido hasta ahora aferrados a la fe. Pero nos falta algo, el ingrediente esencial: el amor. Si no hay amor, de nada me sirve... Ese amor que sobresale, aún por encima de los defectos de los que nos rodean; de ésos, algunos de los cuales evitamos pues tanto daño nos han hecho. Es que uno de los objetivos del demonio es que “odiemos a nuestros enemigos”; sabiéndolo, no caigamos en su trampa. No odio, no rencor; sí prevención y astucia.

Y aún, tratando de tener presente las advertencias y peligros expuestos, sin olvidar cuál es nuestra artillería ¡qué difícil nos resulta! Unas veces la lucha resultará más sencilla y otras, más hiriente; pero sabemos que no estamos solos. ¡Ánimo!, ¡en formación compacta!, ¡delimitando flancos!, ¡hacia la victoria! continuamos avanzando, seguimos luchando, porque a cada día le basta su afán y realmente es un privilegio espiritual vivir en los Últimos Tiempos siendo un soldado de Cristo.




Marcial Franco B.